martes, 6 de mayo de 2014

Mentir para ligar

Él:

Él entró aquella noche en aquel local de moda con ganas de marcha. Vestido con sus mejores galas, traje blanco de fin de año aparte. Sus cabellos, engominados con extremo cuidado hacia un lado. Peinado con Nenuco, decía su madre cuando lo veía de esa guisa. Su barba de unos días desapareció convenientemente antes de la ducha. Sus amigos, no tan cuidadosos como él pero más guapos, hacían bromas sobre su aspecto y sobre sus intenciones. Él, seguro de sí mismo, entró con ganas. Ron-cola en mano, desde la barra, observaba a las mujeres del local como si fueran presas. Vio a su elegida de esa noche. Lo suficientemente guapa para motivarle, pero no demasiado como para estar fuera de su liga. Bajita, eso le hacía sentir más seguro, pues él no superaba el 1.70. No le hizo falta armarse de valor para abarcarla: ya iba preparado de casa. Pim, pam, pum: a por ella.
-¿Qué bebes? Eres la primera que veo con una bebida rosa -le dijo, no sin dejar de preguntarse si ese era un buen "opener".
-Es un mojito de fresa. Cosas de chicas -soltó una risilla aguda, cosa que a él le gustó.
-¿En serio? Pero si dije que no los sirvieran más -respondió, enigmáticamente.
-¿Cómo?
-Sí, a los camareros, les he dicho que no sirvan más eso. No te ofendas, es solo que... mojitos de fresa... no es el tipo de bebida que quiero para mi discoteca.
-¿Tu discoteca?
-Oh, sí, disculpa. Me llamo Manu. Soy el dueño de esto. Bueno, técnicamente el local no es mío... pero el negocio, la marca, ya sabes.
-Eh... ya, ya.
-Por eso te comentaba, es que no me sonaba que sirviéramos cosas así.
-Ya... bueno, no vayas a abroncar a tus camareros por mi culpa -otra risilla aguda.
-¿No? Espérame aquí.
Fue hacia la barra y le dijo algo al camarero. Imposible para ella saber qué, pero parecía que muy alto, y con aspavientos. De repente, se dio la vuelta y volvió hacia ella.
-Lo siento. Es que odio que me desobedezcan. Maldita sea, trabajan para mí, ¿no?
-Sí, sí... pero relájate. No es bueno que te pongas así.
-Lo siento, preciosa. Es la dura vida del jefe. ¿Tienes éxito? Sí. ¿Poder? Desde luego. ¿Contactos? Indudable. ¿Sex-appeal? Tú dirás. Pero eso es solo lo que la gente ve. Hay muchas cosas detrás.
-¿Me las contarás?
Esa pregunta fue el comienzo de una conversación absurda, en la que él intentaba convencerla de lo poderoso que era, casi un magnate. Pero que aun así sufría, porque la vida no era un camino de rosas. Lástima que se había dejado el Porsche en casa hoy, le dijo, porque si no le hubiese dado un paseo. Podemos ir en taxi, le respondió ella. Luego, en su casa, tuvo que convencerla de que, a pesar de ser casi un magnate, le encantaba vivir de esa forma modesta. De lo ocurrido después no hay documentos gráficos.


Ella:

Como cada viernes, se preparó junto a sus amigas para ir a su discoteca favorita. Un bonito vestido, unos bonitos zapatos y sesión de peluquería y maquillaje. Una vez en la discoteca, con su bebida favorita en la mano, le entró un chico bajito, medio mono, parecía simpático. Le pareció gracioso que el pobre desesperado intentara colarle que la discoteca era suya. A ella, hermana del verdadero dueño. Le siguió el juego, porque, qué demonios, no estaba de más hacer favores. Y por eso se bajó las bragas, por hacerle un favor al muchacho, que le había caído bien y le gustó que se tomara tantas molestias.

Fin.

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