sábado, 22 de febrero de 2014

Citas por Internet

Por Isabel, guest star.


En los primeros tiempos internáuticos, servidora se adentró, vía móvil, a chats de cuyo nombre no es que no quiera acordarme, es que realmente los he olvidado. Personalmente he de admitir que, aún en los atisbos de lo que me quedaba de heterosexualidad, después de tontear un rato (para eso estaba en la edad del pavo), hubo un espécimen varón que propuso vernos, pero no se presentó.


A pesar de quedarme con tres palmos de narices, seguía (y sigo) teniendo fe en la humanidad, pero dejé de lado el teléfono -el uso de datos aumentaba la tarifa un ojo de la cara- para empezar a utilizar el ordenador. El cambio de acera, o mejor dicho la asimilación de la bollera que había en mí, también supuso que modificara la asistencia a los foros, de los más generales a los de temática lésbica de Terra, por ejemplo.


Mientras que en el mundo real salir del armario daba mucho reparo o, directamente, no lo contemplaba, en internet tenía la oportunidad de conocer a gente como yo, con las mismas dudas, gustos y aficiones, a través del mágico velo del anonimato.

Antes de que se haya puesto de moda el “Brenda”, yo entraba en todo foro, comunidad o chat de ambiente para ligarme a todo bicho viviente. ¿Qué sería de mi reputación lésbica sin el maravilloso mundo de las citas por internet?

Porque, para qué mentir, siempre te excusas en que quieres conocer gente o hacer amistad pero, en el fondo -y no tanto-, si terminas teniendo algo más (y a poder ser carnal y en persona) como que mucho mejor.


Lo tenía todo calculado, o la ilusa que había en mí eso creía, para que alguna cayera en mis redes y se convirtiera en cibernovia, así que usaba una serie de reglas no escritas tales como:

  •  Tener un nick donde incluir la ciudad para que te auto-descarten las candidatas (¿para qué empezar tú cuando puede entrarte la otra?).
  •  Tener un nick molón y/o/u misterioso.
  •  Resaltar cualidades físicas.
  •  Hacer uso de mi verborrea, aplicada al teclado, para conseguir el mayor arsenal de amistades femeninas posibles.
  •  Todo lo anterior.


Cuando vi que muchas elogiaban mi manera de escribir, empecé a entrar en los chats de las páginas dedicadas a mi pareja favorita de la tele por aquel entonces (el ahora famoso shippeo le debe a Xena y Gabrielle lo que no está escrito) y, de paso, a publicar fanfictions.

Eso de ser escritora y tener alguna fan la verdad es que gusta mucho, y quien diga que no miente de manera descarada. El problema estaba en que muchas, la inmensa mayoría, eran extranjeras, y el resto quedaban en la capital de la península. 


Como el asistir a estos eventos me quedaba a desmano, seguía agregando al antiguo msn a aquellas que se dejaban engatusar, para conocerlas todo lo “a fondo” que pudiera o pudiese, pero me llevé varias sorpresas - no soy como he dicho que era (te he mentido descaradamente) / no soy una chica - y una decepción, tras otra, en las ciber-relaciones que pude llegar a mantener.

Salvo una excepción, claro, porque la insistencia en que encontraría, tarde o temprano, a la princesa de mis sueños -pastelería moñas de fábrica, unicornios y arcoíris a más no poder-, tuvo su fruto cuando menos lo esperaba (algo que siempre se suele decir).


A pesar de los disgustos y que, ahora más que nunca, hay que ser más pillo/a para distinguir los fraudes de la gente con quién terminarás liándote, o siendo sólo amigo/a, mi cabezonería seguirá insistiendo en que hay buenas personas ahí fuera a las que merece la pena conocer.


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