jueves, 27 de febrero de 2014

Romanticismo en el siglo XXI

Por Perradesatan, hetera y entera


Yo tengo ya una edad, pero Perradesatan es bastante joven. Como si fuera yo una doctora Frankensteina la creé para que me representara en estos mundos tan vastos, bastos y complicados que son las redes sociales y la doté de una serie de características para que fuera única y especial, y la privé de una sola cosa: el romanticismo. El romanticismo no es para perras de satán.

Pero fíjate tú como son las cosas que con el paso de los años ella solita ha ido creciendo y evolucionando y ahora la tía se me ha vuelto una romántica. Y supongo que eso será porque la que está detrás de ella, en el fondo, lo ha sido siempre. 

Cuando hablamos de romanticismo a muchos se les viene a la cabeza, por ejemplo, la imagen de Romeo y Julieta. Y parece que la imagen de esta inmortal y universal pareja han marcado la línea gracias a la que unos se posicionan como románticos y los otros como no románticos. Y mira chica, yo no estoy de acuerdo. Ni hace falta ni es necesario, y mucho menos en el siglo XXI, ser así de pesado para demostrar que amas a una persona. Por eso yo no quería ser romántica, porque yo no quería volverme loca por una persona hasta el punto de matarme. A mí ahora mismo se me enamora el alma de un chico y las circunstancias resultan en que su familia no me acepta y puerta, guapo, follamos y ya si eso te envenenas tú. Yo te dedicaré unos tweets y a seguir viviendo, que es lo que me va a mí.


En el siglo XXI las relaciones han cambiado y eso ha hecho que la forma en que vivimos el amor, irremediablemente, también. El amor sigue ahí, claro, porque ya os he dicho que resulta que yo soy una romántica así que creo fervientemente en el amor, pero gracias a Dios el amor ya no es pedirle el pañuelo a tu amada, huir de casa con tu amado o protagonizar historias de fantasmas. 

El romanticismo sigue más vivo que nunca y, como ha pasado siempre, de ello son testigo las innumerables historias que nos rodean. Porque el romanticismo es una cosa muy de literatura, y, en el siglo XXI, que nunca nos leemos el libro porque sabemos que van a sacar la peli, el romanticismo es una cosa muy de película. 

Podríamos estar toda la semana poniendo ejemplos de películas que se caen de románticas pero yo solo voy a poner dos. Una película que se estrenó el pasado viernes, que me sirva para ejemplificar la cantidad de películas románticas que se siguen exhibiendo, y una película (o saga) que lo petó, cuya base fundamental era una historia de amor... romántica. 


El pasado viernes se estrenaba en España Her, una película (maravillosa) que viene muy bien para hablar de un tema como este: el romanticismo en el siglo XXI. En esta película su protagonista está superando una ruptura amorosa y decide inscribirse en un portal cibernético que está basado en un programa que procesa toda tu información y crea una voz que es algo así como tu alma gemela. Por supuesto, el protagonista se enamorará de ella.

En el otro extremo del romanticismo en el cine tenemos la saga de Crepúsculo, protagonizada por vampiros (¿habrá ser más romántico?) cuya trama, reducida a la mínima esencia, viene siendo chica normalita (aunque con cara de pánfila) conoce a vampiro que brilla y ambos se enamoran, aunque son conscientes de que lo suyo no va a ser fácil porque ella es mortal como Dios manda y el otro es un vampiro, que eso es mucha tela. 


Y ahí ya el público se posiciona: ¿eres tú romántico a lo Her, o eres romántico a lo Crepúsculo? Pues mira, yo no ni lo uno ni lo otro. El romanticismo del cine y de la literatura está muy bien, pero como mero entretenimiento. Por eso yo trazo la línea del romanticismo, que nos divide a los románticos, entre los que quieren ser románticos como en las películas y en los que quieren descubrir lo que es el amor, y ser así, sin ellos pretenderlo, románticos, en la vida real, con cada persona que conocen; y que se dan cuenta que el amor no es reproducir su canción favorita en un radiocaset gigante en los ochenta, sino una cosa bastante distinta. 

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