Por Isabel, lesbomoñas
Sí, sí. Operación bikini. Verano. Cuando
empieza el calor los chicos se enamoran, de la brisa y el sol. Aunque como toda hija de vecina -la Universidad de Cuerpos Esculturales
tiene en alta estima que se diga “la del tercero” o “la del quinto” que, por lo
visto, están de mejor ver-, debería tener mis preocupaciones, pero realmente le
presto la atención que se merece, es decir: la justa y necesaria.
Pero claro, yo entiendo que el resto de los mortales, vosotros, vosotras y
las tortugas, andéis preocupados por tal evento. Nos hemos plantado en marzo (mira, como las fallas… aunque este es un
chiste autóctono), empieza a hacer buen tiempo y nos vamos quitando las capas, cual
supermánenes y batwomans, que hemos ido acumulando en este tiempo invernal. Y con los años, que dicen que pasan factura, me he ido dando cuenta que una
vez empieza la estación de la alteración hormonal, con las mariposillas
revoloteando en tu interior y en el exterior (para los alérgicos no creo que
sea una de sus estaciones favoritas del año), es un no parar.
Si no empezaste la típica operación “me sobran unos kilos” post-navidad,
ahora es tu momento amiga, no pierdas la esperanza (momento teletienda), todo
el mundo, aunque no lo parezca, está igual que tú. Este es el instante/mes preciso para evolucionar, como los digimons y los
pokémons, porque debajo de los jerseys se esconderán las camisetas (de manga
larga primero y corta después), que se convertirán en tirantes, punto de no
retorno que te indicará la llegada del indiscutible verano.
Cuanta más población hay quitándose la ropa más calor hace, o a la inversa,
y claro, la Universidad de Cuerpos Esculturales te dice: ¿cómo vas a salir tú a
ligarte a esa vecina (del tercero o quinto) con esas pintas?
Te habías negado a ir al gimnasio en enero porque la fauna que habita dicha
morada, y exagerando un poquito, debe tener un pase VIP de por vida y hasta la
persona más normal tiene músculos donde tú tienes chicha (por no decir
michelines). Pero ahora te ves arrastrada por la cinta hasta la sala de musculación,
dejándote el alma y sintiendo agujetas donde nunca te hubieras imaginado,
mientras te planteas hasta qué punto un vestuario lleno de mujeres en pelota
picada (que puede motivar mucho) compensa meterte la pechada tres meses para
luego, en la mayoría de casos, perderlo todo en septiembre-octubre a lo sumo.
En mi caso me gusta el deporte, pero soy un poco perezosa, así que de
agarrarme como un clavo ardiendo a esta opción, lo primero que debería que hacer
es ser constante, disciplinada, dando igual el día y el mes, y tener un
objetivo a corto-largo plazo.
Si tu fuerza de voluntad es mayor que la mía entonces sabrás que no sólo de
ejercicio vive el homo sapiens, por lo que necesitarás este paso para ir
moldeando las caderas. ¿Has conseguido reducir los carbohidratos, quitar los dulces -ser boller
fina nunca engorda- y subsistir a base de verduras y pechugas (de pollo, no las
de la parienta) a la plancha? Cuanto te admiro sin conocerte y cuanto autocontrol para no sustituir el
café por un refresco, o ir de picoteo mientras tomas unas cañas. Pero ahí no está el verdadero peligro.
Tu mayor enemigo si has sorteado estos baches, y si es que te gustan, son
los helados y los granizados. Esos hipercalóricos postres y bebidas, con su variedad
de sabores y tamaños, se confabularán con el clima.
Cuando pongas un pie en la calle hará un calor que derretiría el mismísimo
infierno y estas tentaciones te estarán seduciendo (un día, y otro, y otro),
para que pierdas la escultural figura.
¿No puedes contenerte? Siempre puedes decir que sigues el mantra de una
alimentación equilibrada y que, por un día, no pasa nada, pero ahí seguirán, persiguiéndote,
porque son un invento del demonio. Muahahaha (risa malvada). ¿Qué se le va a hacer si yo no sigo la dieta Mediterránea?, porque llegados
a este punto, y si te encantan estas tentaciones tanto como a mí, entonces
estaremos en la tesitura de, cuando llegue la operación bikini, sacar el ego y
lucir palmito.
Y a una mala de la típica pregunta, ajena y cotilla, tal que: no sé cómo lo haces para presentarte tan
digna el primer día de playa, he aquí la respuesta para l@s que pecan tanto
del dulce como yo:
Sigo la “dieta del sexing” (o del cucurucho de toda la vida y así hacemos
la coña), quemo más calorías que tú haciendo ejercicio y las comidas son mucho
más placenteras.
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