lunes, 31 de marzo de 2014

Parejas y Porno

Por Fede, estrella invitada


Os juro que no lo hago por joder. Qué más quisiera uno, después de años de abstinencia obligada por un quítame allá esas pajas. No tengo pareja. No veo porno. Soy filósofo y además de Bilbao. Ahora lo comprendéis todo, ¿verdad?

La pareja. Ese conjunto de dos que van de compras juntos, al cine juntos, se hacen regalos e incluso desean procrear. Algunos se casan por la Iglesia trayendo a los tíos de Guadalajara, los primos de Albacete y a un abuelo que vivía olvidado en Ayamonte.

Las parejas acaban viendo porno. Mucho. Es el dietario de apuntes contra la rutina. El slideshare de la intimidad. El paso previo a anunciarse en una revista de contactos. La catarsis de las jaquecas. El know-how del continuismo.

Los animales son mucho más prácticos que nosotros. Si la hembra se aburre, busca un macho joven y vigoroso que la ponga mirando al Moncayo, porque se ha aprendido de memoria el casco urbano de Cuenca. Aquí paz y después gloria.

Nosotros nos enfangamos en divorcios, custodias y repartos. Nos empeñamos en procrear para salir del aburrimiento, para tener mascota nueva en casa. Los niños son muy bonicos, pero se ponen a llorar a medianoche partiéndote la escena a la mitad, justo en el momento que Jenna Jameson está untando una polla con mantequilla de cacahuete.

Digamos la verdad: llegan los niños y se jode el porno. Se acaba el follar. Matan la creatividad lujuriosa. Convierten el frenesí en un muestrario de potitos. Las pelis XX acaban escondidas en el fondo del armario o en piso de un/a amigo/a soltero/a.

Asociamos el porno con juventud. Patinamos. Debiera existir porno para ancianos, que disponen de más tiempo libre. Pelis con jubilados y jubiladas francoalemanas tirando de minijob para completar la jubilación, tirando de arte y experiencia, tirando de tanga del Lidl. Que se acabe el frotar y empiece el follar.

Que la Tercera Edad sea el momento de los lefazos en el sofá, el intercambio de parejas y el surtido de dildos vía FedEx. Más reservados y menos farmacias en las Residencias. Morir de un infarto copulando estilo Genghis Khan. Marcapasos disparados estrellados en el techo. Próstatas saltarinas que escapan del cuerpo y caen por la ventana sobre vuestras novias.

Señores francoalemanes gastando en el Levante español el dinero ganado con el cine para adultos. Productoras que distribuyen catálogos a domicilio de muñecas hinchables con aspecto de Sophia Loren o muñecos igualicos a Burt Lancaster cuando ejercía el trapecismo.

A que mola, ¿eh?

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